Ese rebelde

Por Lucía Naser

Cambiar la vida y no solo salvarla.



¿Aislarme con otros, por otros, por mí? ¿Y quién no puede? ¿Aislarse hasta cuándo? ¿Será la supervivencia de los más aptos? Estamos habituados a dudar de la información de los grandes medios y del Estado (más aún con un gobierno de derecha y mucho más cuando el ministro de Salud integra un partido militar). Por eso las medidas anunciadas nos dejan sumidos en la anomia. Por un lado, está el instinto de desoír y la intuición de que los llamados a aislarse sirven para detener la movilización social, para ajustar sin frenos, para vaciar los espacios de resistencia, para ensanchar injusticias, para dispersar revueltas. Al mismo tiempo, no hemos visto contagios tan veloces, extensos, mismo oliendo hace tiempo que algo así se venía. Desactivar el tremendismo nos defiende de un mundo amarillista que nos quiere asustades, pero quizá negar la catástrofe cuando la tenemos adelante puede agravarla más. 

Reciclar el higienismo en el siglo XXI es otro gran triunfo del capitalismo. En la era del wifi y la hiperconectividad, el miedo a los gérmenes produce formas de vida obsesivas y aisladas por parte de individuos comprometidos, total y únicamente, con su supervivencia. Vidas de mierda pero largas. Vidas en las que no hay drama en hacer bosta el ambiente, pero todo mal si el ambiente retruca y agrede. Claro que la preservación de algunas vidas a toda costa no nos encuentra unidos: el hombre es el virus del hombre. Las clases sociales se distribuyen inequitativamente los roles. Hay cuerpos de clases y clases de cuerpos. La señora que limpia llamó, dijo que hoy va a trabajar desde casa y que nos mandará instrucciones de qué hacer. El humor descomprime, pero no da ni para burlarse ni para ceder al pánico.

¿Cuándo vamos a dejar de ser ese humanito frustrado por no lograr domar el cuerpo? ¿Hasta cuándo y por quién será manipulado? ¿Cuándo admitiremos que es la pieza clave que sostiene? ¿Cuándo dejaremos de pensar que podemos vivir incontaminados de nuestro entorno o, incluso, sin percibir que somos con el ambiente? Ante tantas preguntas la única medicina razonable es no olvidar que aunque el informativo, las autoridades y nuestros miedos digan lo contrario, lo que nos potencia siempre es estar con otres, nunca al revés. Y como nadie sabe lo que puede un cuerpo, todo es posible, incluso inventar otras formas de juntarnos. Incluso cambiar tapabocas por pasamontañas. Mientras tanto, nadie nos puede prohibir bailar en el living.

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